Los lácteos no aumentan las mucosidades

Uno de los mitos más firmemente más asentados entre la población general al respecto de las cuestiones nutricionales (y mira que hay mitos para aburrir) es que el consumo de lácteos, más en especial de leche, favorece la formación de moco. También se les culpa de dificultar la remisión de ciertos síntomas catarrales o congestivos relacionados con el tracto respiratorio. Este mito ha trascendido el desconocimiento popular y a día de hoy florece incluso en boca de algunos profesionales sanitarios poco actualizados, y no digamos ya en la web. Es en este medio precisamente en donde se pueden encontrar ejemplos de páginas que siendo especialmente populares, mantienen esta errónea información. De hecho resulta principalmente costoso encontrar una sola página de información general, básica, que aporte consejos válidos a este respecto.

 

¿Qué se sabe hoy sobre la relación entre lácteos y mocos?

Antes de nada no nos pongamos nerviosos. Si eres una persona que aun cree en esta relación, es comprensible, ya que el tema viene de lejos. Por ejemplo aquí tienes este artículo de 1948 en el que se plantea la cuestión y que tras observar a más de 600 pacientes concluye que no hay tal relación. Pero la cosa va más allá, según este interesante artículo:

La primera referencia sobre la producción de mocos en el tracto respiratorio por efecto de la leche se documenta ya en el siglo XII por parte de un médico judío llamado Mose Mai ­monides. La medicina tradicional china atribuye al consumo exagerado de lácteos (no de la mantequilla), chocolate, miel y otras sustancias dulces un efecto humidificador en humanos […]

En este mismo texto de 2010, tras hacer una revisión de este mito se concluye que:

La creencia que la leche produce mocos está arraigada en un determinado sector de la población. Las personas que creen que la leche aumenta la mucosidad manifiestan tener más sintoma­tología respiratoria que las que no lo creen, pero no se ha podi­do demostrar un aumento real de la mucosidad. Existe evidencia de que la leche no aumenta la mucosidad en personas sanas ni altera las pruebas funcionales respiratorias en asmáticos

Y a mi modo de ver concluye bien, ya que son diversos los artículos publicados en revistas internacionales de reconocido prestigio los que llegan a resultados similares. Por ejemplo, en este artículo se concluye que:

[…] El consumo de leche no parece agravar los síntomas del asma y que por tanto no se puede establecer una relación entre su consumo y la aparición de síntomas asmáticos. Sin embargo, hay unos pocos casos documentados en los que las personas con alergia a la leche de vaca presentan síntomas similares al asma.  

Es decir, la alergia es una cosa y que la leche provoque mocos, otra bien distinta. Conclusiones que son muy similares a las de este otro.

Otra cosa que podemos hacer para que te quedes tranquilo y para que así te puedas tomar si te apetece una reconfortante taza de leche con chocolate cuando estás acatarrado, es conocer la opinión de profesionales o instituciones de solvencia contrastada. En este sentido la Clínica Mayo coincide más o menos en lo antedicho, aunque centra su respuesta más en las flemas que en los mocos como tal.

Como siempre he dejado lo mejor para el final y, como en otras ocasiones, citando al genial pediatra Carlos González quien responde a este mito de la siguiente manera:

Un mito muy extendido dice que la leche de vaca produce mocos. Dado que los mocos son un mecanismo de defensa de las vías respiratorias contra las infecciones, se podría considerar esta una ventaja de la leche. Sin embargo, varios estudios, realizados con grupo placebo (leche de vaca o de soja con saborizante para que no se note la diferencia) han mostrado que no es así, que la leche no produce mucosidad. También hay, claro, gente con intolerancia a la lactosa o con alergia a la leche (son dos cosas completamente diferentes) [y que tendrán su propia sintomatología asociada . Como también hay gente alérgica a las fresas, y no por eso se dice que las fresas sean malas. Los que no somos alérgicos ni tenemos intolerancia a la leche, podemos beberla tranquilamente. Y si no la queremos, pues no la bebemos. [En este sentido] los alimentos son como los futbolistas: todos necesarios, pero ninguno imprescindible.

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Nota: En la entrada de hoy quiero agradecer sobre manera la contribución de Julio Basulto (@JulioBasulto_DN), y también a Jesús M., un lector agradecido que me hizo llegar la consulta

Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

This article originally appeared on 20minutos.es

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